Arquitecta con Máster en Metodología BIM aplicada a la ingeniería. Soy creativa, investigadora y con iniciativa, pienso "out of the box" y busco continuamente aprender y crecer en el trabajo dentro de la metodología BIM. Pongo pasión en lo que hago, amo la innovación, el trabajo colaborativo, la planificación y la gestión de la información. Me gustan los retos profesionales; los asumo con responsabilidad y liderazgo

La RAE nos dice que la palabra secuencialidad viene del latín sequentia 'que quiere decir continuación', de sequi 'seguir' (ya empezamos con los romanos). La secuencia es una serie o sucesión de cosas que guardan entre sí cierta relación, donde hay continuidad.

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La característica que define a un proceso secuencial es la realización de una tarea que va después de otra, es un esquema de funcionamiento fijo. También hay que añadir que la secuencialidad es un proceso lento que tiene como ventaja que es fácil de entender y de implementar.

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Así es la manera en la que ha venido operando el sector de la construcción, con una tarea tras otra y con un “orden establecido”. Hasta aquí pensará el lector: “¿y esto qué tiene de malo?”, y en realidad la secuencialidad es muy positiva en muchos campos como las matemáticas, las telecomunicaciones, etc., sin embargo, en una obra si una tarea se retrasa, el sistema completo debe esperar. Esta forma de trabajar en el sector, está viciada en sí misma. Pero antes de que le provoque una crisis de indignación a mi querido lector, le pido la oportunidad de explicarme.

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¿Se acuerda sobre mi atrevida aseveración de que desde la época de los romanos no innovamos? Pues me refería precisamente a que actualmente seguimos trabajando en un esquema secuencial del latín sequentia. Igualito que los romanos.

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Diseñamos y hacemos los planos

Construimos y modificamos diseño y planos durante la construcción. 

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Cuando hablo de secuencialidad me refiero al modo en el que intervienen los distintos participantes en un proyecto, el cual quedó plasmado en el relato sobre el “Via Cruxis” del cliente desde que contrata el arquitecto hasta terminada la obra y que está descrito en el post de hace 2 semanas.

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La ilustración anterior evidencia como gracias al esquema secuencial, cada proyectista/contratista/subcontratista entra y sale del proyecto en un momento dado con un nivel de intercambio de información muy bajo (o ninguno) con respecto a los demás participantes. Cada agente en el proyecto “va a lo suyo”: genera su propia información, pero la comparte poco o nada con los que participan después de él, y él a su vez también recibe poca o nada de información de los demás actores.

La secuencialidad no permite ver el proyecto en su globalidad y, por tanto, provoca que el proyecto se convierta en el resultado de esfuerzos individuales enfocados en el interés particular de cada uno de los agentes. ¡Ojo que no quiero decir que el proyecto ahora sea concebido desde el más ortodoxo de los comunismos! Tampoco pienso que debemos de abandonar el “capitalismo galopante” ¡que quede claro! Que ya me conozco las lenguas viperinas y que me tacharán de “rojilla”, “izquierdosa” o, peor aún, de “AMLOver”. El proyecto es un negocio claro está, y como negocio que es, debe generar utilidades.

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Lo que estoy tratando de decir es que el hecho de que los distintos actores del proyecto trabajen para su propio beneficio es completamente legítimo y válido. Sin embargo, el poco compromiso que existe en las interacciones entre los agentes y en el conocimiento de cómo las tareas de uno pueden afectar o beneficiar al siguiente ejecutante, genera que esta poca coordinación y participación como colectivo afecten al proyecto globalmente y esto es precisamente lo que BIM intenta cambiar. Observemos la siguiente imagen: